El maltratador con la violencia de género pretende dar una lección a su mujer.
Y la lección que debe aprender la mujer es muy sencilla: la absoluta sumisión. Pero, cuando el maltratador ya ha conseguido esa dominación, ¿por qué la sigue maltratando? Porque la misma violencia es prueba de esa dominación.
La violencia de género es una cuestión de poder. No hay motivo para las agresiones y, aunque escarbando mucho se pudieran encontrar alguno, la reacción violenta es absolutamente desproporcionada al motivo que la causa.
Las agresiones se repiten en el tiempo para demostrar que en la relación solo hay un dueño y señor incontestable e indiscutible.