Debate patentes farmacéuticas. Argumentos en contra

EN CONTRA

EL DERECHO A LA SALUD

 

La salud, un derecho fundamental

            Hay que lograr el acceso a las medicinas sea un derecho fundamental. Cada vez más personas expertas proponen que este principio sea un nuevo derecho humano, adicional al derecho a la salud. No es posible que la humanidad produzca medicamentos eficaces y sólo estén reservados a unos pocos. El mercado debe tener límites.

 

La balanza de la justicia

            Si ponemos en un platillo la balanza de la justicia el derecho de las empresas a lucrarse y en otro el derecho a la vida y la salud, nosotros no tenemos ninguna duda: el derecho a la vida prevalece sin ninguna duda. No es ponerse melodramático: no hay ningún motivo económico que pueda justificar el sufrimiento de las personas.

 

Prevalecen los intereses de unos pocos sobre los derechos de la mayoría

            Defender las patentes de las farmacéuticas es lo mismo que defender el derecho de unos pocos privilegiados a anteponer sus intereses particulares al interés de la mayoría. Lo cual es inaceptable porque estos privilegiados hacen prevalecer sus intereses económicos a costa de la salud y la vida de los más débiles.

            Cualquiera que afronte este asunto desde la más elemental perspectiva moral, ya sea laica  o religiosa, encontrará que en la defensa a ultranza de las patentes farmacéuticas se esconde una inmoralidad ciega y destructiva radicalmente  perniciosa para la sociedad

 

Las patentes no son derechos divinos

            “Las patentes no son derechos divinos. Son herramientas creadas para beneficiar a la sociedad en su conjunto y no para que un puñado de compañías farmacéuticas multinacionales se llenen los bolsillos”. Con esta frase, el Doctor Bernard Pécol definió en 2011 la campaña para el acceso a medicamentos esenciales de Médicos Sin Fronteras el estado actual de las patentes farmacéuticas.

La ONU reconoce el derecho de los ciudadanos de los beneficios de la investigación

            Artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten;.

 

Los medicamentos no son un producto cualquiera

            Los argumentos contrarios a la patentabilidad de los medicamentos se basan en el estrecho vínculo que existe entre los medicamentos y la salud pública. Los medicamentos no son un producto cualquiera, como un automóvil, un ordenador o una colonia. Quien no posee estos artículos no se juega la vida. En cambio quien no puede acceder a un medicamento concreto, en ocasiones, se arriesga a morir

MEDICAMENTOS DEMASIADO CAROS

Medicamentos extremadamente caros

            Nadie discute que las farmacéuticas obtengan beneficios. Pero estos beneficios a veces son un auténtico dislate. Algunos medicamentos son tan caros que imposibilitan su acceso incluso a los enfermos del primer mundo. La empresa Gilead Sciences pretendía que los particulares pagaran ni más ni menos que 60.000 euros para escapar a una muerte segura ocasionada por la hepatitis C.

            Una persona que en España cobre el salario mínimo interprofesional (707 €) necesitaría 89  meses para pagar el tratamiento. Es sencillamente impresentable.

 

 

Precio muy por encima del gasto de producción

            En España el coste del medicamento de Sovaldi, que cura la hepatitis C multiplica por 277,5 su coste de producción. Este es uno de los datos presentados por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) en su informe Hepatitis C. Es un ejemplo evidente de que las patentes no benefician a la sociedad y sí y mucho a las empresas farmacéuticas

 

Monopolio y abuso de derecho

            Los altos precios son impuestos gracias a una posición monopolística de negociación por parte de las industrias farmacéuticas en un claro ejemplo de “abuso de derecho”. Se trata de multinacionales que imponen un precio porque son ellos y solo ellos los que han patentado ese medicamento. Se trata de una posición de fuerza porque aducen que la ley está de su parte, cuando realmente está abusando de la necesidad de las personas que estarían dispuestos a pagar cualquier precio para sobrevivir.

Las farmacéuticas aducen que el coste de los medicamentos es proporcional a la investigación que realizan.

            No es cierto. Los precios de los nuevos medicamentos no son, definitivamente, proporcionales a su costo. Se ha calculado que el costo de las investigaciones es, de media, unas 18 veces inferior al que las industrias afirman (descontando desgravaciones fiscales y ayudas directas).

Mercado cautivo

            Las multinacionales farmacéuticas saben que se mueven en un terreno de juego seguro: si alguien necesita una medicina, no va a escatimar dinero para comprarla. Las patentes permiten que haya un solo fabricante para un producto, por lo que este puede fijar el precio que quiera, mientras que el consumidor no puede elegir. Los monopolios, con la excusa de las patentes, se saltan los principios de la  competencia y el libre mercado.

 

Medicamentos cada vez más baratos de producir

            Los costos de fabricación han disminuido de manera importante, debido al empleo de aparatos y procesos industriales más eficientes, y a la automatización de muchas etapas productivas, con la consiguiente reducción de mano de obra. Por otra parte, el costo de la mano de obra se ha visto reducida en forma notable luego de las mega fusiones de las principales empresas farmacéuticas que han generado una ola de despidos del orden de varias decenas de miles de empleados.

Farmacéuticas en manos de fondos de inversión

            GILEAD compró Pharmasset la empresa que  desarrolló el medicamento contra la hepatitis C, por 8.000 millones de euros. Durante el primer trimestre de 2014, Gilead ya registró una cifra de negocios de 1.100 millones de euros en todo el mundo con el medicamento que cura la hepatitis C, es decir, amortizo en poco tiempo la compra de Pharmasset.

            GILEAD es una multinacional farmacéutica en manos de los principales fondos de inversión globales, con ramificaciones en la banca y otras empresas multinacionales.

A los bancos y fondos de inversión solo les interesa rentabilizar su inversión y obtener cada vez más beneficios. Lo mismo les da  obtener beneficios del ladrillo que de la salud de las personas.

MALAS PRÁTICAS DE LAS FARMACÉUTICAS

Alargan las patentes

            El secretariado de Innovación y Propiedad Intelectual de la OMS, Germán Velásquez denunciaba en el año 2009 que en muchos casos, cuando la patente de un medicamento va a caducar, se realizan «cambios menores» en el mismo y vuelve a patentarse, por lo que el laboratorio sigue manteniendo la exclusividad sobre el producto durante otro largo periodo.

 

Modificaciones para retrasar el fin de la patente

            En muchos casos, cuando la patente de un medicamento va a caducar, se realizan «cambios menores» en el mismo y vuelve a patentarse, por lo que el laboratorio sigue manteniendo la exclusividad sobre el producto durante otro largo periodo.

 

Patentan incluso productos naturales

            Se ha denunciado que las farmacéuticas han llegado a patentar productos existentes en la naturaleza o procedentes del conocimiento tradicional de comunidades indígenas. Farmamundi (una ONG) rechaza la biopiratería que practican algunas empresas, que vulneran la aplicación del Convenio sobre Diversidad Biológica de la Cumbre de Río de 1992 y del Protocolo de Nagoya, ambos firmados por España.

 

Demasiado parecidos

            Las inversiones necesarias para el lanzamiento de un nuevo fármaco han experimentado un fuerte incremento debido al mayor número de ensayos clínicos necesarios antes de su comercialización.

            Este aumento es consecuencia de una legislación más estricta, que procura mejorar la seguridad de los pacientes, pero también del hecho de que los nuevos fármacos se parecen cada vez más a los antiguos, lo que obliga a realizar más pruebas para poder demostrar las pequeñas diferencias con el fármaco antiguo.

 

Medicamentos no tan nuevos y engañosos

            Gran parte de los nuevos medicamentos solo vienen a sustituir el espacio económico que para las compañías dejan otros con patentes próximas a expirar o que ya han expirado. Tal es así, que una gran proporción de los nuevos fármacos usados en Atención Primaria, no representa una mejora terapéutica respecto a otros medicamentos presentes en el mercado, con eficacia y seguridad conocidas.

 

Compran médicos

            En algunos países, se ha denunciado las prácticas indebidas de algunas industrias farmacéuticas, que buscan influir decisivamente en la decisión de los médicos por medio de regalos y pago en especies, como pueden ser los viajes a prestigiosos congresos, entre otros.

Influencia en los políticos

Las farmacéuticas pueden ser consideradas como uno de los «lobbies» (Grupos de presión y opinión) más influyentes sobre los políticos. Ciertamente las ONG y otras organizaciones altruistas se pueden constituir en «lobbies», pero nunca lograrán la capacidad de influencia de las poderosas farmacéuticas.

ORDEN INTERNACIONAL INJUSTO

 

El sistema de patentes, una injusticia más de los poderosos

            Las patentes están protegidas por las leyes internacionales que, en realidad, no hacen sino perpetuar un sistema injusto en que los países poderosos como Estados Unidos siempre salen beneficiados en detrimento de los países más débiles. Las leyes internacionales no son un acuerdo igualitario entre los países, sino una manifestación más de la violencia que ejercen los países más poderosos. Muestra de ello es capacidad de veto que ejercen cinco países en el consejo de seguridad de la ONU.

            Esta capacidad de veto se reproduce en muchos otros organismos internacionales como la OMC (Organización Mundial de Comercio) que ha regulado las patentes. Históricamente en la OMC, cuando sus miembros más poderosos, entre los que se encuentran Estados Unidos y la Comunidad Europea, llegan a un acuerdo, las cuestiones se zanjan rápidamente. A los países más pobres solo les queda la posibilidad de aceptar estos acuerdos sí o sí para no quedar excluidos del comercio mundial.

 

Las farmacéuticas se saltan los acuerdos de DOHA

            La Declaración de Doha (2001), relativa al Acuerdo de los ADPIC*  y la salud pública de la Organización Mundial de Comercio (OMC), declara, sin ambigüedad alguna, que dicho  Acuerdo «no impide ni deberá impedir que los Miembros adopten medidas para proteger la salud pública»

            Es decir, los países miembros de la OMC, sobre el papel, en caso de necesidad, podrían facilitar medicamentos  a sus ciudadanos sin respetar las patentes.

            Sin embargo, las farmacéuticas han conseguido que este acuerdo mundial sea papel mojado. Los países, que firman otros acuerdos bilaterales  o multilaterales con otros países más poderosos como Estados Unidos, tienen que aceptar otras condiciones más duras sobre las patentes si quieren comerciar con ellos.

            * ADPIC (El Acuerdo sobre los Derechos de Propiedad Intelectual)

 

Países subdesarrollados obligados a pertenecer a la OMC

            Lamentablemente, países como Guatemala o Nigeria, si quieren hoy exportar bananas o cacao, deben estar dentro de la OMC, y con ello pasar por las horcas caudinas de respetar las patentes, a pesar de que eso conduzca a tener medicamentos con precios inaccesibles. Es una lacra que sufre, por esta y otras causas, un tercio de la población mundial, 2.000 millones de personas.

Las farmacéuticas están mal controladas

            Los organismos e intergubernamentales que supuestamente deben ejercer la función de control de este sector económico en beneficio de los ciudadanos, están financiados en porcentajes muy altos por la propia industria (la FDA de EUA en un 75% y la Agencia Europea de Evaluación de Medicamentos en un 80% son un ejemplo).

            También es llamativo que las farmacéuticas dependan en Europa de la Dirección General de Industria y no de la de Salud.

            Las farmacéuticas tienen demasiada influencia en los organismos que deberían regularlas. Lo que demuestra que hay una gran desproporción entre el poder de las farmacéuticas y el poder de los organismos públicos que debieran defender los derechos de los ciudadanos.

ESTADOS CONTRA PATENTES Y A FAVOR DE SUS CIUDADANOS

La OMS  propuso que renunciase las patentes en los países subdesarrollados

            En el año 2006 la OMS (Organización Mundial de la Salud dependiente de la ONU) propuso sin éxito que las compañías farmacéuticas renunciasen a patentar sus productos en los países en vías de desarrollo.

            Lo cual demuestra que las farmacéuticas solo hacen caso de las recomendaciones internacionales cuando les interesa.

 

¿Quiénes son más piratas?

            Se acusa a países como la India de actuar como piratas por saltarse las patentes que están reguladas internacionalmente. Pero ¿quién es más pirata? Las farmacéuticas al poner precios tan elevados a los medicamentos esenciales, están diciendo a los pacientes y a los Estados: “La bolsa o la vida”.

 

 

No respetar las patentes, bueno para la salud

            La falta de disponibilidad de medicamentos esenciales es consecuencia del sistema de patentes. Si ello es un mito, ¿por qué los países que no respetaron el sistema de patentes (como India) han podido actuar mucho mejor contra el SIDA que los países subdesarrollados que, por las buenas o por las malas, tuvieron que aceptarlos?

Más pobres y subdesarrollo por culpa de las patentes farmacéuticas

            El sistema de patentes es singularmente injusto con los países subdesarrollados, que deben dar respuesta a situaciones sociales y económicas muy complejas. Estos países deberían estar exentos de las obligaciones ligadas a la propiedad intelectual internacional, especialmente en el caso de ciertos medicamentos. Los países subdesarrollados no pueden salir del subdesarrollo, precisamente porque los recursos que tendrían que dedicar al desarrollo, están comprometidos en mantener la salud de sus ciudadanos

MEDICAMENTOS PARA EL PRIMER MUNDO

Medicamentos para ricos

            Si no hay beneficios a la vista, tampoco hay investigación previa. Los incentivos económicos son imprescindibles, sostienen los partidarios de las patentes farmacéuticas.    La cuestión es: ¿de dónde vienen dichos incentivos? Si proceden sólo del precio de venta, la misión de “garantizar el acceso e innovar en medicamentos para quienes más lo necesitan” se pervierte a favor del “para quienes más puedan pagarlo”.

Beneficios inmorales

            Un tercio de la población mundial, es decir, más de 2.000 millones de personas, no tiene acceso a medicamentos esenciales a precios asequibles para ellos y con una calidad garantizada. Todo ello a pesar de que las farmacéuticas estén entre las tres industrias más rentables del mundo. Este contraste resulta, a todas luces, inmoral

Investigación de enfermedades triviales

            Las enfermedades más estudiadas no son las enfermedades más graves que afectan a la humanidad. La mayor parte de los esfuerzos financieros e intelectuales de la investigación sanitaria de todo el mundo fueron destinados a investigar la impotencia, la obesidad y el insomnio.

Mas gasto en publicad que en investigación

            No es un secreto  que las  compañías farmacéuticas gastan más en publicidad y marketing que en investigación. Las farmacéuticas gastan mucho más dinero en marketing y promoción que en I+D.

 

Estilos de vida de los ricos

            La investigación de las farmacéuticas  esta sesgada al estar dirigida a investigación de medicamentos que respondan a estilos de vida, antes que a los medicamentos que salvan vidas. Están más preocupadas por crear productos que hagan que los occidentales mantengan la línea o preserven su pelo, que a las enfermedades verdaderamente importantes.

 

Enfermedades olvidadas

            Las farmacéuticas no están interesadas en la salud, sino en el beneficio. De hecho, no hay incentivos económicos suficientes para investigar en enfermedades que afectan desproporcionadamente a países en desarrollo sin capacidad de pagar precios altos por los medicamentos.

PATENTES Y GENÉRICOS

 

Publicidad engañosa contra los genéricos

            Los esfuerzos publicitarios de las empresas farmacéuticas han conseguido que nazca en el consumidor una alta fidelidad de marca.

            A pesar que este efecto se va reduciendo paulatinamente con los años y el acceso a la información es cada vez más global, el consumidor tiene la sensación que el medicamento de “marca” posee unos beneficios que no posee el medicamento genérico. Se trata de una creencia inducida, sin ningún tipo de base que justifique esas supuestas ventajas o beneficios.

 

 

Las farmacéuticas luchan de forma desleal para que sus patentes no expiren e impedir que se puedan producir genéricos.

Diversos estudios han documentado cómo las compañías farmacéuticas engañan al sistema. Cuando expiran las patentes originales de sus medicamentos, desalientan la entrada de rivales genéricos más baratos al obtener patentes “secundarias” que abarcan ligeras variantes con poco o nulo valor médico.

 

Demasiada diferencia entre los medicamentos genéricos y los patentados

            El coste elevado de los medicamentos es principalmente una consecuencia del sistema de patentes que permite que los industriales fijen precios artificialmente elevados. Por ejemplo, hay una terapia antisida que en la India cuesta 350 euros por paciente para la que los laboratorios occidentales piden 10.400.

(La compañía india que vende los genéricos se llama Cipla)

 

Farmacéuticas contra genéricos

            Las farmacéuticas argumentan que la tasa de medicamentos genéricos consumidos con respecto al total es tan alta, que los laboratorios que investigan nuevos fármacos no podrán mantener la investigación, y no habrá fármacos nuevos.

            En realidad, si la mayoría de los medicamentos esenciales no tuvieran genéricos, los sistemas sanitarios públicos serían insostenibles y el precio tan alto haría también prohibitiva su adquisición privada.

            Los laboratorios que investigan un fármaco tienen unos años, en los cuales la patente está protegida. El impacto económico de alargar las patentes sería inasumible por los sistemas sanitarios públicos.

LAS PATENTES NO FAVORECEN LA INVESTIGACIÓN NI EL PROGRESO

Patentes contra investigación

            Las patentes socavan a la comunidad científica. Cuando un investigador descubre algo o consigue un avance innovador en cualquier campo, lo comparte con la comunidad científica a través de publicaciones. Las revistas más prestigiosas con este cometido son Nature y Science.

            En cambio, las patentes controladas por empresas privatizan el conocimiento y lo cierran a los demás científicos impidiendo que investiguen y avancen aún más. Con patentes  se hace difícil innovar sobre lo ya hecho, puesto que requiere pagar muchas licencias.

Desincentivan los avances tecnológicos

            Las desventajas de las patentes son evidentes en cuanto a la mejora de la tecnología. De hecho  dificultan el acceso de los países en vías de desarrollo a las nuevas tecnologías que les permitirían autoabastecerse y lograr nuevos avances. Las patentes perpetúan de este modo la dependencia de los países más pobres con respecto a los más ricos. Ejemplos: herramientas de diagnostico para la tuberculosis, o tratamientos para la enfermedad del chagas.

Monopolios en toda la cadena de producción

            Las farmacéuticas no solo controlan las patentes de forma exclusiva. Además se aseguran su poder absoluto controlando la producción y distribución. Este comportamiento claramente monopolístico atenta con la libertad de mercado que las farmacéuticas defienden cuando les conviene.

FOMENTAR VERDADERAMENTE LA INVESTIGACIÓN

Promocionar verdaderamente a los innovadores no es necesariamente lo mismo que preservar los privilegios de las empresas

            Tenemos que ver la manera de que los derechos a la propiedad intelectual se retribuyan de una forma razonablemente justa al conjunto de los creadores y, por otra parte, de que los beneficios asociados a dicha innovación repercutan positivamente lo antes posible en toda la sociedad.

            La cuestión también es cómo acercar el número de patentes en España al de Alemania (en 2009 fueron 1.263 frente a 25.124). Los recortes, que se han llevado a cabo en España en investigación con la excusa de la crisis, han provocado la fuga de cerebros y que se parasen  líneas de investigación que luego será muy difícil reiniciar.

Contratos leoninos a los investigadores

            El beneficiario último de una patente no es el investigador que descubre una nueva molécula, sino la empresa farmacéutica que ha impuesto que el investigador firme un contrato con cláusulas que benefician más a la empresa que al investigador.

            No se puede decir, por tanto, que las patentes farmacéuticas son el mejor modo de fomentar la investigación. Si esto fuera así, dejarían que más libertad a sus investigadores.

 

EL PAPEL DEL ESTADO

Los precios repercuten en todos

            La Seguridad Social lleva a cabo la adquisición de los medicamentos por medio de los impuestos obtenidos de los ciudadanos. Los precios elevados de los medicamentos no hacen más que elevar los presupuestos públicos en dichas partidas. Los medicamentos caros repercuten no solo en la economía de los enfermos, sino en la de todos los ciudadanos que sostienen el Estado.

 

 

Parte de la inversión procede del sector público

            Se puede objetar que las empresas privadas tienen derecho a invertir su dinero allá donde les plazca, pero resulta que muchas veces el dinero que financia las investigaciones no es sólo privado, sino que las empresas privadas realizan muchos convenios con la sanidad pública. Es decir, que el público en general pagamos dos veces por el mismo producto y, además, no tenemos control democrático sobre las prioridades con que se gasta dicho dinero.

            Pagamos primero para financiar las investigaciones y después para adquirir el producto. ¡Así no es de extrañar el nivel de beneficios!

 

Investigadores formados con fondos públicos

            Algunos investigadores señalan que la innovación y la investigación médica, son posibles gracias a fondos públicos destinados por los gobiernos a apoyar la educación superior. En otras palabras son los impuestos  de los ciudadanos los que contribuyen, hasta en un 41% en algunos países, en la formación de recursos humanos y profesionales y por tanto para investigación que ellos realizan.

            Pero cuando estos investigadores descubren un principio activo, el  fruto de su labor no beneficia al conjunto de la sociedad que costeó su formación, si no que los beneficios de su descubrimiento benefician a las empresas para las cuales trabajan.

            Es innegable que las farmacéuticas contratan investigadores que han sido formados en universidades públicas, es decir, con el dinero de todos. Sería justo que parte del beneficio se repartiera entre todos también.

 

LA SOCIEDAD CONTRA LAS PATENTES

Pruebas con pacientes gratis

Los medicamentos necesitan para su desarrollo a miles de voluntarios que participan en los ensayos clínicos de manera altruista. En España está prohibido que los voluntarios cobren nada. Si acaso les pagan el transporte. Son cobayas humanas a los que se les somete a todo tipo de análisis.

Son voluntarios porque se les hace la  promesa implícita de que esos medicamentos están destinados a curar las enfermedades de las personas. Es poco probable que los voluntarios siguieran participando en los experimentos si supieran que las industrias impondrán precios abusivos que restringirán gravemente el acceso a las nuevas moléculas a los enfermos.

 

 

Médicos en contra

            Simplemente habría que preguntarles a los médicos si el juramento hipocrático se hace alguna mención a respetar las patentes farmacéuticas antes que curar la salud de sus pacientes

            Por otra parte, David Haley, historiador de la psiquiatría nos cuenta en su magnífico texto Pharmageddon, que “La hostilidad más profunda hacia las patentes en los siglos XIX y XX vino de la medicina”

            En Estados Unidos existía una ley de patentes más amplia que la actual, pero con una importante oposición por parte de la clase médica para su aplicación al caso de los fármacos. De hecho, Lilly intentó patentar la insulina en 1922 pero la presión en contra le obligó a dejar la molécula libre en la Universidad de Toronto. Jonas Salk, en los años 50, declinó patentar la vacuna de la polio por los mismos motivos.

ALTERNATIVAS A LAS PATENTES

Inversión pública posible

            El argumento de que el Estado no puede asumir el costo de la investigación de nuevos productos es falso. Los Estados invierten su dinero en lo que consideran necesario para ellos y sus intereses. ¿Quién si no los Estados han financiado la carrera espacial o el carísimo CERN (el el mayor acelerador de partículas del mundo)? Los Estados deberían tener claro que la salud de sus ciudadanos debería ser una de sus prioridades.

 

Cooperación abierta

            Hay facilitar mecanismos de cooperación múltiple. Wikipedia es el mejor ejemplo posible: en vez de gastarnos un dinero en muchas enciclopedias privadas, tenemos ahora una pública que es mucho mejor que las privadas. De hecho Wikipedia ha tenido tanto éxito que ha desbancado a todas las enciclopedias del mercado, ya sea digitales o en papel.

 

 

El Estado debe asumir o controlar la investigación

            Está claro que a las farmacéuticas multinacionales les mueve el beneficio económico y no el interés general. No se puede esperar otra cosa de ellas. La solución siempre pasará por un mayor control y una mayor regulación de los Estados. Estados que, por otra parte, deben asociarse puesto que las multinacionales son tan poderosas que manejan más dinero que los mismos Estados particulares.

            Si se quiere un beneficio real para la sociedad, son los Estados los que deben potenciar y promover la investigación de productos verdaderamente necesarios.

            Las fórmulas alternativas a las patentes son muchas. Por ejemplo, la convocatoria de premios para desarrollar nuevos fármacos; el fomento de la investigación en las universidades; la constitución de empresas mixtas privado-públicas o, sencillamente, condicionar las patentes de manera que su primer objetivo sea el beneficio de la sociedad. El beneficio de la sociedad siempre ha de prevalecer sobre el beneficio de las multinacionales

 

Mucho más control de la sociedad

            Ya que el mercado de fármacos no se le puede considerar como un mercado normal, puesto que incide directamente en el derecho a la salud, es lógico pensar que esta actividad deba ser controlada por el sector público de forma estricta. Hay que exigir a los políticos un sector farmacéutico que tenga como objetivo único la salud pública y no el beneficio privado. Debemos conseguir que prevalezca el poder democrático de los ciudadanos sobre el poder económico.

 

Las farmacéuticas se apropian de las investigaciones

            La creatividad y la innovación la realizan individuos. Las empresas privadas son las dueñas de las patentes, no los investigadores. Aducir que las patentes respetan la creatividad del individuo es un sinsentido. Legislar a favor de los investigadores y gratificar sus innovaciones, no es lo mismo que proteger a las grandes farmacéuticas.

 

 

 

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