El presidente de un tribunal de una universidad preguntó: «¿Algún miembro del tribunal conoce a alguno de los candidatos? Si es así, y para mayor imparcialidad, que abandone la sala». Nadie abandonó la sala. Todos los componentes del tribunal, incluso el presidente, conocían a uno de los candidatos, al cual se le otorgó la plaza.
Una de las razones de que la universidad española tenga tan poca calidad es que no se selecciona a los mejores. La universidad es, en demasiadas ocasiones, una red clientelar en la que predominan el enchufismo y los intereses creados antes que la excelencia. No solo las plazas, también muchos cargos de responsabilidad se reparten entre amigos, familiares y afines.
La democracia no ha calado en la universidad española: para entrar en sus aulas, el mejor camino no es prepararse muy bien, sino adaptarse a una triste realidad: como en el antiguo régimen, no hay nada mejor que conocer a alguien de los que ya están dentro.
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