En un centro educativo, además del acoso escolar, se dan otras situaciones que pueden ser desagradables. Cada una de ellas hay que afrontarla de forma diferente.
En primer lugar está el CONFLICTO. El conflicto no es malo ni bueno, sino todo lo contrario. El conflicto se da cuando entre dos o más personas hay un enfrentamiento por unos intereses concretos. En términos docentes hay conflicto aceptable cuando, por ejemplo, se discute cuál es la mejor fecha para un examen. En cambio, el conflicto es inaceptable cuando se recurre a la violencia, por ejemplo se produce una pelea porque algunos alumnos siempre ocupan la pista de baloncesto impidiendo a otros que jueguen.
Lo mismo que en los conflictos de los adultos, la mejor solución es el acuerdo entre los alumnos enfrentados. En caso de que no se logre un acuerdo, habría que llegar a una mediación. Si tampoco se llega al acuerdo, entonces habría que acudir a un árbitro con la suficiente autoridad para dictaminar un veredicto. Dicha autoridad en los centros educativos suelen ejercerla los delegados de los alumnos o los profesores.
La diferencia fundamental entre conflicto y acoso escolar es que en el acoso escolar hay un abuso de poder. En el conflicto se discute por algo concreto. En el acoso escolar se trata de hundir a la víctima saltándose las más elementales normas de consideración al prójimo. En el conflicto cabe la mediación escolar. En el acoso escolar la mediación no tiene ningún sentido. En el acoso hay que proteger a la víctima y tomar medidas contra el acosador.
En los centros educativos también se da la DISRUPCIÓN. La palabra disrupción, lo mismo que la expresión acoso escolar, ha venido para quedarse. La disrupción es el conjunto de acciones que realizan algunos alumnos para interrumpir la clase. Van desde hablar o jugar mientras el profesor explica; levantarse en medio de la explicación sin permiso; ponerse a hablar con el móvil sin autorización, y un larguísimo etcétera.
Lo peor de la disrupción, si no se ataja a tiempo, es que provoca que en el grupo haya un mayor fracaso escolar, dado que se crea un clima tenso en el que resulta difícil que los profesores impartan su asignatura.
Otra consecuencia preocupante de la disrupción es que el aula se convierte en campo abonado para la aparición del acoso escolar. En efecto, en las aulas donde reina la indisciplina es más frecuente que surja el acoso escolar. Pongamos que en una clase con mucha disrupción, un alumno sufre acoso. ¿Cómo va a acudir la víctima a pedir ayuda al profesor, si el mismo profesor sufre situaciones parecidas a las que él padece?
Por último, hablamos de VIOLENCIA cuando se da cualquier tipo de agresión en un contexto escolar. La violencia se puede dar en varias direcciones: entre los mismos alumnos, del profesor a los alumnos y viceversa. El acoso escolar sería una forma de violencia. También se habla de violencia cuando se rompe o deteriora a posta el material escolar (las mesas, las paredes, los libros, etc.). La violencia escolar se produce en muchos lugares: en el mismo centro educativo, en sus alrededores o en las actividades extraescolares.
Pongamos un ejemplo relacionado con una situación típica de acoso escolar: un alumno amenaza a otro dentro del centro educativo con la frase a la salida, te vas a enterar. En esta situación el alumno amenazado puede (y debe) acudir a sus profesores para que estos intervengan.
Imaginemos ahora que hay una pelea de unos alumnos cuando salen de sus casas para dirigirse al centro educativo. ¿Se considera violencia escolar? ¿Debe intervenir el centro educativo?
Se considera violencia escolar siempre que el conflicto se haya originado en el centro educativo. En este caso el centro educativo puede y debe intervenir.
Si la pelea se ha originado por motivos ajenos al centro educativo, no se considera violencia escolar.
O dicho de otro modo, en el caso de que la pelea sea entre alumnos, el centro sí ha de intervenir. Si la pelea es entre vecinos, no.