SUPRESIóN DEL TREN EXPRESO DE ALMERíA Y GRANADA


Sr. Director de IDEAL: Renfe ha suprimido el viejo tren nocturno que unía Madrid con Almería y Granada, y la respuesta de los ciudadanos convocados a una manifestación ha sido muy escasa. Ahora lo único que queda es la queja entre particulares del desprecio con el que tradicionalmente se viene tratando a estas dos ciudades en relación con otras de España y de la misma Andalucía.


En estas típicas conversaciones entre ciudadanos se enumeran los numerosos agravios que confirman esta opinión como el exasperante estado de las comunicaciones que tienen otro ejemplo patético en el estado de la autovía A-92, permanentemente en obras en Granada y que llegará a Almería ni más ni menos que con diez años de retraso.


En realidad, lo único que se saca en claro de estas es una sensación de escepticismo resignado y la convicción de que, en esta reiterada marginación, tienen gran parte de responsabilidad los mismos ciudadanos y sus representantes, que no han sabido hacerse valer ante las instituciones de Madrid y Sevilla. La idea de que los ciudadanos de Granada y Almería nos hemos ganado esta situación de abandono se va convirtiendo en una triste certeza.

Trenes Almeúia


Ciertamente, en ambas ciudades no nos faltan ejemplos que atestiguan la falta de voluntad o, quizá, de capacidad de los políticos para responder a las elementales peticiones de sus votantes. Es también posible que esta situación tenga su origen en que, tanto los políticos como los ciudadanos, nos hemos acostumbrado a la dejadez y a la cochambre. Cuando uno llega a Madrid en el incómodo y ruidoso talgo y ve en los otros andenes los espléndidos trenes de cercanías o el AVE, comprende que ha habido otros ciudadanos y otros políticos que sí han conseguido lo mejor, y le asalta a uno la idea de que procede de una ciudad de segunda categoría. Lo más triste es cuando acabamos suspirando para que nos concedan, como así ha sido, un tren que otras ciudades han desechado.


Sé que no estoy diciendo nada nuevo. Las protestas contra las tremendas molestias de las zonas de ‘marcha’ de Granada han chocado con unos políticos que consideraban que esa barbarie es una característica inevitable de la juventud; tampoco los afectados han encontrado gran apoyo en sus conciudadanos, que se han limitado a rezar para que no les caiga la desgracia de que les abran un pub de moda debajo de su casa, o para que a ningún bienintencionado concejal se le ocurra poner unos bancos que serán utilizados como plataforma por los mal educados vándalos nocturnos para tira sus desperdicios y atropellar su derecho a dormir.


En Almería tampoco andamos sobrados de civismo. Desde hace años es general el comentario (recogido por encuestas aparecidas en los periódicos locales) que en las calles almerienses impera la suciedad. El Ayuntamiento ha decidido ahora emprender una campaña de concienciación con carteles yun teléfono de atención al ciudadano para que seamos más limpios; sin embargo, el mismo Ayuntamiento no cumple con sus obligaciones y los contenedores de basura continúan sucios y malolientes. La decepción del con cienciado ciudadano, que se atreve a acercarse a esos focos de infección para que sus botellas o sus papeles sean reciclados, se agranda al ver los contenedores de estos materiales rebosando y las botellas y los papeles de otros ciudadanos, tan diligentes como él, tirados por la calle.


¿Merece la pena protestar? ¿Nos hemos adaptado irremisiblemente al cutrerío y a la desidia? ¿Nuestra educación como ciudadanos pasa por asumir la decepción y el escepticismo? ¿El sentido común del sureste de la Península consiste en no rechistar? ¿Hemos mirado con despego a los cuatro manifestantes de ambas ciudades que perdieron el tiempo en pedir que no nos arrebataran el tren nocturno y, encima, se llevaron el disgusto de quedarse solos cuando esperaban una justa solidaridad? Puede ser.

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coches cama

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Es muy posible que llamar a la Policía Municipal, por ejemplo, para quejarse de que las motos invaden el escandalosamente sucio paseo marítimo de Almería, o dejar constancia del deterioro del casco antiguo de Granada, sea un gesto inútil que sólo sirva para acrecentar nuestro malestar.


También puede ser que los ciudadanos hayamos perdido mucho tiempo y que no sepamos aprovechar los resortes que nos ofrece la democracia. Deberíamos reclamar más y con más energía. Resulta irritante pensar que hemos tolerado durante tantos años viajar en una antigualla incómoda, como era el tren nocturno, y que no hayamos exigido un mejor servicio a Renfe, por lo que han podido argumentar con cinismo que lo han suprimido dado que los viajeros han preferido otros medios de transporte.


Parecerá paradójico, pero creo que sería un indicio de que las cosas habrían empezado a funcionar cuando en las oficinas de atención al cliente de Renfe, del Ayuntamiento o de otros organismos se quejaran complacidos de que hemos saturado las oficinas de atención al ciudadanos con nuestras quisquillosas exigencias de mejora de la calidad en todos los servicios públicos.

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IDEAL periodico

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Publicado en el periódico IDEAL el 27 de junio de 2001

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