50 años, la edad de la indiferencia y de la responsabilidad
Las obras literarias de los escritores ilustrados no sólo tenían como destinatarios los altos cargos de la administración y del ejército.
También buscaban el reconocimiento de un público más amplio. La edad de referencia de este público al que se dirigen los escritores ilustrados parece que también se situaba por encima de los cuarenta años.
Esto se observa en que los verdaderos protagonistas de las obras, esto es, los personajes con los que se identificaba el sector más amplio de los lectores de las novelas y de los espectadores de las piezas teatrales, solía tener más de cuarenta años.
Los que no tenían esa edad, hacían como si la tuvieran. Cadalso no sólo quería aparentar ser mayor de cara a sus superiores, sino también en el círculo de los más íntimos.
En 1775 Cadalso, que tiene entonces treinta y cuatro años, le comenta en una carta al poeta José Iglesias de la Casa, de veintisiete años, que le gustaría tener ya cincuenta años:
«Cuando reflexiono sobre estas cosas me hago dos composiciones de lugar: la una de mí mismo, habiendo hecho lo que llaman fortuna, colocado a los cincuenta años en la corte con otros amigos de los que así se llaman en ella (…).
La otra es la de verme a dicha edad o mucho antes en una aldea saludable y tranquila, con buenos libros y un criado o dos fieles, en la vecindad de los amigos verdaderos, a quienes visitaré en su casa o recibiré en la mía: siempre alegres, sociables, comunicándonos todas las especies que nos ocurran o bien de invención propia, o bien del trato con los muertos; creciendo en edad, ¡qué viejos seremos tan amables y tan buenos!»
En una carta anterior Cadalso alababa la vida de viejo que llevaba el enfermizo Tomas de Iriarte, de veinticuatro años de edad:
«Dichoso Vmd que vive quieto, disfrutando el descanso apetecible de la vejez mezclado con los gustos de la juventud, y en la lectura y cultivo de las letras, que debieran ser la única ocupación de los hombres, pues ¡es la única cosa que los puede hacer mejores y más sabios!»
Incluso en las novelas y obras dramáticas neoclásicas que trataban de temas que afectaban a la juventud, a pesar de que sus protagonistas fueran jóvenes, los verdaderos motores de la acción y a quienes, en definitiva, se debían las soluciones de los conflictos, eran los personajes mayores.
Por ejemplo, aunque en la novela educativa Eusebio de Montengón el protagonista es un niño, quien lleva el peso de su educación es su preceptor Henrique Myden, del cual, al principio de la novela se dice que tiene cuarenta años.
El número de obras ilustradas en que se da la misma circunstancia, a saber, que los protagonistas de las obras son jóvenes, pero que el verdadero motor de la obra es una persona mayor de cuarenta años, es muy amplio.
Cuarenta años es también la edad, por citar otro personaje de estas características, del prudente don Cristóbal en el Señorito Mimado de Tomás de Iriarte.
Texto relacionado con el libro El viejo truco del amor