Una reina casi pacífica
A la muerte de Felipe V, en 1746, subió al trono Fernando VI. Isabel de Farnesio, la reina madre, intentó en vano mantener su poder, pero su hijastro jamás le perdonó que le hubiera mantenido aislado de la corte.
Poco tiempo después de ser coronado, Fernando VI desterró a su madrastra al Real Sitio de San Ildefonso donde permaneció recluida durante catorce años.
El reinado de Fernando VI fue un periodo pacífico dedicado a recuperar al país de las anteriores aventuras imperiales. El rey se había casado con Bárbara de Braganza, hija del rey de Portugal, la cual no le dio ningún heredero.
Eso suponía que cuando muriera Fernando VI el trono lo heredaría su hermanastro Carlos, que entonces reinaba en Nápoles. La pareja real mantuvo una relación de extraña dependencia: el rey era neurótico y ella temía con razón que si moría su marido quedaría sola y aislada en un país extraño.
Aunque la reina se dedicó fundamentalmente al fomento de la vida intelectual y a fundaciones para la educación de las jóvenes nobles, como el convento de las Salesas de Madrid, su alejamiento de la política no fue tan grande que le impidiera defender los intereses de su país de origen.
La mayor crisis del reinado de Fernando VI estalló cuando los portugueses ocuparon la colonia española de Sacramento. En la solución del conflicto, la reina inclinó la balanza a favor de Portugal.
Por el Tratado de Madrid los portugueses cedían la colonia a cambio de unos territorios donde estaban asentadas varias reducciones de indios guaraníes.
Las reducciones eran una especie de reservas que los jesuitas dirigían modélicamente y, a consecuencia del cambio de fronteras, los indios guaraníes fueron diezmados.
Este acontecimiento se cuenta en la película La Misión.
Texto relacionado con el libro El viejo truco del amor