A los adolescentes les encanta la rebeldía. Una forma rápida de conseguir prestigio entre sus compañeros es exhibir su rebeldía desafiando la autoridad del profesor. El problema se agranda si el alumno en cuestión, además, acosa a uno de sus compañeros. Porque está muy comprobado que los acosadores que agreden, intimidan y ridiculizan a otros compañeros, también se suelen mostrar insolentes con los adultos, en especial, con los profesores.
Otra característica de los adolescentes es que les gusta saltarse las normas. Pues bien, cuando hay acoso escolar todos los alumnos (acosador, espectadores y víctima) son conscientes de que se están saltando las normas. Pero no solo las normas del centro educativo, sino también las normas más elementales de convivencia en que se fundamenta una sociedad sana.
Se saltan las normas cuando rompen el material de la víctima, cuando lo insultan o cuando le pegan o le empujan. Los acosadores y los espectadores son conscientes plenamente de que están haciendo algo mal cuando acosan a un compañero y también cuando acosan a un profesor.
Si el alumno gana en su desafío al profesor y los demás alumnos le imitan, entonces, en el peor de los casos, el profesor acabará sumergido en una pesadilla muy parecida a la que sufre la víctima del acoso escolar.
Como recoge la doctora Funesta Cerezo Ramírez, en último extremo la relación educativa no es más que un debate por el poder, en el que el profesor no puede quedar por debajo de los alumnos. Si el profesor pierde su autoridad ante un grupo de alumnos o tolera la indisciplina, se favorece la aparición del acoso escolar.
La indisciplina continuada es un síntoma de primer orden de que en un grupo se está produciendo o se va a producir acoso escolar contra un compañero.
En algunos centros las normas más importantes se escriben en un cartel que está pegado en una pared de las aulas. Pero esas normas parecen un deseo, más que algo que hay que cumplir. Los alumnos, entonces, se percatan de que los profesores no son eficaces en la implementación de cosas tan sencillas como que la clase debe estar relativamente limpia o que no se coma chicles en clase. Se instala, así, un cierto descontrol en que las normas no se respetan como debieran.
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En ese clima generalizado de descontrol, ¿cómo la víctima o los espectadores van a acudir a los profesores a denunciar que hay acoso escolar, si están viendo que los mismos profesores no son capaces de hacer cumplir las normas y que el acosador se sale muchas veces con la suya?